Son posibles síntomas un agotamiento constante fuera de lo normal, cansancio intenso, agresividad y una gran inseguridad sobre cómo tratar al bebé. También pueden aparecer molestias físicas agudas como dolor de cabeza, dolor de estómago, mareos o alteraciones del sueño. Es importante comprobar los valores sanguíneos tiroideos porque una alteración del funcionamiento del tiroides puede provocar síntomas similares.
Frecuentemente las madres no se atreven a hablar de estos sentimientos porque todo el mundo espera que se sientan alegres con su hijo. Pero eso hace que la situación sea aún más difícil para las mujeres afectadas. En algunos países las madres cumplimentan el cuestionario de la escala Edinburgh tras el parto, en él se registra el estado de ánimo y de salud. La puntuación alcanzada en esa escala puede revelar indicios de la existencia de una depresión postparto.
Pero a veces no resulta tan fácil diagnosticar esta enfermedad. Después del parto las mujeres tienden a “aguantar” se sientan como se sientan. A veces ni siquiera la pareja se da cuenta de cómo está realmente su mujer. A eso hay que añadir que las depresiones – sobre todo después del nacimiento de un bebé – siguen siendo un tema tabú. Pero lo cierto es que se trata de una enfermedad que puede afectar a cualquiera, independientemente de su situación vital. Es cierto que existen algunos factores que favorecen la aparición de la depresión postparto como, por ejemplo, la existencia de enfermedades psíquicas previas. Pero también se puede padecer una depresión postparto sin posibles factores de riesgo o después de haber tenido un buen parto.